Doctrinas Bíblicas

Doctrinas Bíblicas

Andres Romero

 Justificación y Adopción

Una comprensión correcta de la justificación es absolutamente crucial para la fe cristiana en su totalidad. Una vez que Martín Lutero se dio cuenta de la verdad de la justificación por la fe sola, se convirtió en creyente y rebosó con el recién hallado gozo del evangelio.Lo primordial de la Reforma Protestante fue una disputa con la Iglesia Católica Romana sobre la justificación .A fin de salvaguardar la verdad del evangelio para generaciones futuras, debemos entender la verdad de la justificación. Incluso hoy, una perspectiva verdadera de la justificación es la línea divisoria entre el evangelio bíblico de salvación por fe solamente y todos los evangelios falsos de salvación basada en las buenas obras.

El uso de la palabra justificar que la Biblia indica que la justificación es una declaración legal de parte de Dios. El verbo justificar en el «Nuevo Testamento ( gr. dikaioó) tiene varios significados , pero un sentido muy común es «declarar justo». Por ejemplo, leemos: Y todo el pueblo y los publícanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan» (Lc 7:29. Rvr). Por supuesto, el pueblo y los publícanos no hicieron que Dios sea justo; eso hubiera sido imposible. Más bien, declararon que Dios era justo. Mas bien quiere decir que Dios declara al malvado justo ante sus ojos, no basándose en las buenas obras del malvado, sino en respuesta a su fe. Díos declara que somos justos ante sus ojos, En la declaración legal divina de justificación, Dios específicamente declara que somos justos ante sus ojos. Esta declaración incluye dos aspectos. Primero, quiere decir él declara que no tenemos pena que pagar por el pecado, incluyendo pecados pasados, presentes Y futuros. Después de una larga consideración de la justificación por la fe sola ( Ro 4:1-5:21) Y una consideración parentética del pecado que sigue sigue en la vida cristiana ,Pablo vuelve a su principal argumento en su carta a los romanos y dice lo que es verdad de los que han sido justificados por la fe: «por lo tanto, ya no hay ninguna, condenación para los que están unidos a Cristo Jesús» (Ro 8:1) – En este sentido, los que han sido justificados no tienen que pagar por sus pecados. Esto quiere decir que no estamos sujetos a ninguna acusación que implique culpa o condenación: ? Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará?» (Ro 8:33-34). Enel acto de justificación que Dios efectúa nos concede pleno perdón de pecados.

Dios puede declaramos justos porque nos imputa la justicia de Cristo; Cuando decimos que Dios nos imputa la justicia de Cristo, queremos decir que Dios considera que la justicia de Cristo es nuestra o que la considera nuestra. La reconoce como nuestra. Leemos : Creyó Abraham a Dios, y esto le tomó en cuenta como justicia» (Ro4:3; citando Gn 15:6). Pablo explica: «Al que no trabaja, sino que cree en el que justifica al malvado, se le toma en cuenta la fe como justicia. David dice lo mismo cuando habla la dicha de aquel a quien Dios le atribuye justicia sin la mediación de las obras» ( Ro 4:5-6)> De esta manera la justicia de Cristo llega a ser nuestra. Pablo dice que somos los recibimos «el don de la justicia » (Ro 5:7).Es esencial en la médula del evangelio insistir que Dios nos declara justos o que somos justos sobre la base de nuestra verdadera condición de justicia o santidad, sino más bien sobre la base de la justicia perfecta de Cristo, que Dios considera que nos pertenece.Esto fue el núcleo de la diferencia entre el protestantismo y el catolicismo romano en la Reforma. El protestantismo desde días de Martín Lutero ha insistido en que la justificación no nos cambia internamente y no es una declaración basada de alguna manera en bondades nuestras.

La justificación nos viene por entero por la gracia de Dios y no a cuenta de mérito en nosotros mismo ,Después que Pablo explica en Romanos 1:18-3:20 que nadie podrá jamás justificarse delante de Dios ( «nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley», Ro 3:20),pasa a explicar que «todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su ¿gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesus efectuó (Ro 3:23-24). Dios no tenía ninguna obligación de imputarle a Cristo nuestro pecado, ni de imputamos a nosotros la justicia de Cristo; fue sólo debido a su favor que no merecíamos que hizo esto. Por esta razón Lutero y los demás reformadores insistieron en que la justificación viene por la gracia sola ,no por gracia más méritos de parte nuestra,Esto fue en distinción de la enseñanza católica romana de que somos justificados por la gracia de Dios algo de mérito que logramos a medida que nos hacemos aptos para recibir la gracia de la justificación y a medida que crecemos en este estado de gracia mediante nuestras buenas obras.

La Biblia nunca dice que somos justificados debido a la bondad inherente de nuestra como si nuestra fe tuviera mérito delante de Dios. Nunca nos permite pensar que nuestra fe en sí misma nos gana favor ante Dios. Más bien la Biblia dice que somos justificados «mediante» nuestra fe, en el sentido de que la fe es el instrumento mediante el cual nos da la justificación, pero en ningún caso es una actividad que nos gana mérito o favor ante Dios. Más bien, somos justificados solamente gracias a los méritos de la obra de Cristo (Ro 5:17-19).¿Por qué Dios escoció la fe como el instrumento £ara que recibamos la justificación? Aparentemente es porque la fe es la única actitud de corazón que es exactamente lo opuesto de depender de nosotros mismos. Cuando vamos a Cristo por fe, esencialmente decimos: «¡Me rindo! Ya no voy a depender de mí mismo ni de mis buenas obras. Sé que nunca puedo justificarme delante de Dios. Por consiguiente, Jesús, confío en ti y depende completamente en que tú me darás una posición de justo delante de Dios».

Adopción ;Además de la justificación, hay otro asombroso privilegio que Dios nos da en el momento en que llegamos a ser creyentes: el privilegio de la adopción. Podemos definir la adopción como sigue: La adopción es un acto de Dios en el cual él nos lo hace miembros de su familia. Juan menciona la adopción al principio de su evangelio, en donde dice: «A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos Dios» (Jn 1:12, RV.) Los que no creen en Cristo, por el contrario, no son hijos de Dios ni son adoptados en su familia, sino que son «hijos de ira» (Ef 2:3 ) e «hijos de desobediencia» (Ef 2:2; 5:6) Aunque los judíos que rechazaron a Cristo trataron de aducir que Dios era su Padre ( Jn 8:41), Jesús les dijo: «Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían…. Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir» ( Jn 8:42-44).Pero si somos hijos de Dios, ¿no estamos entonces emparentados unos con otros como familiares? Claro que sí. Es más, esta adopción en la familia de Dios nos hace a todos partícipes en una familia que incluye también a los judíos creyentes del Antiguo Testamento, porque Pablo dice que somos también hijos de Abraham: «Tampoco por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos. Al contrario: Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac”. En otras palabras, los hijos de Dios son los descendientes naturales; más bien, se considera descendencia de Abraham los hijos de la promesa» (Ro 9:7-8) luego les explica a los gálatas: «ustedes, hermanos, al igual que Isaac, son hijos por la promesa…. no somos hijos de la esclava sino de la libre» (Gá 4:28.31; cf. 1 p 3:6, en donde Pedro ve a las mujeres creyentes como hijas de Sara en el nuevo pacto). Aunque el Nuevo Testamento dice que ahora, somos hijos de Dios (1 Jn 3:2) debemos también observar que hay otro sentido en el que nuestra adopción todavía es futura porque no recibiremos los plenos beneficios y privilegios de adopción sino cuando Cristo vuelva y tengamos nuevos cuerpos resucitados, Pablo habla de este sentido posterior y más pleno de la adopción cuando dice: «Y no sólo ella, sino también nosotros mismos que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo» (jRo 8’.2,3 ). Aquí Pablo ve la recepción de los nuevos cuerpos resucitados como el cumplimiento de nuestros privilegios de adopción, tanto que puede referirse a esto como nuestra «adopción como hijos.

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