Cómo identificar a un Cristiano normal | PARTE 2

Cómo identificar a un Cristiano normal | PARTE 2

El cristiano normal, verdadero tiene otra característica que lo distingue dentro del grupo de aquellos que solo viven una vida tradicional: iglesia, como algo ocasional. Por eso quiero referirme al hecho de que un cristiano normal, es aquel que después de convertido, voluntariamente decide:

Comprometerse con Jesús mediante un servicio en la Iglesia. Lea bien lo que dice el apóstol Pablo a los que ahora son una nueva criatura. “Todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. La salvación proviene de Dios, es un acto de amor y bondad de Dios para el hombre pecador que se arrepiente. Pero la salvación conlleva un compromiso de compartir con otros el mismo mensaje que fue compartido con nosotros. Lamentablemente no muchos entienden que ser cristiano significa servicio, y es de gran importancia recordar que Jesús, desde el comienzo de su ministerio, supo que había venido para servir y no para ser servido. No todos lo han entendido, y nuestros líderes eclesiásticos no enseñan de manera directa la necesidad de comprometerse y experimentar la bendición que produce servir al Señor en aquello que nos ha sido encomendado y que ha sido claramente establecido en la Gran Comisión. Cuando venimos al Señor nuestro mundo cambia radicalmente, ya no estamos practicando el pecado como una manera de vivir, ahora tenemos la comunión del Espíritu Santo, comenzamos a tener vida y vida en abundancia. Pero el disfrute de este mundo de bendición, nos hace pensar que estamos libres de toda responsabilidad. No, hemos sido salvados para hacer algo, Dios nos ha encomendado un trabajo, una labor, una responsabilidad que no podemos poner a un lado. El apóstol dice que Dios nos ha dado “el ministerio de la reconciliación”.

¿Qué quiere decir esto?  Quiere decir que ahora representamos a Dios ante cada persona con quien nos relacionemos y con aquellos que están distantes. Nuestra labor ahora está basada en hacer que cada persona que está muerta en delitos y pecados, en la misma forma que estábamos nosotros, se reconcilie con Dios y sea salva como nosotros hemos sido salvos. Cuando Adán y Eva pecaron, Dios los enfrentó y le dio una sentencia a cada uno. A la serpiente Dios le dijo: “pondré enemistad entre la simiente de la mujer y tu simiente; tú le herirás en el calcañar, pero ella te herirá en la cabeza”. Ahora lea claramente esto. Esta enemista ha hecho separación entre Dios y el hombre, el hombre se ha alejado de Dios y después que salió del jardín del Edén ha vivido una vida solitaria y en enemistad con Dios. ¡Literalmente, el hombre está peleado con Dios! ¿Qué hacer para reparar esas diferencias? ¡hace falta una reconciliación, y hace falta un mediador! Esto es lo que dice la escritura. Dios nos ha encomendado, a los que ya hemos sido salvos, los que ya hemos experimentado el gozo de la reconciliación a que nos esforcemos para que ellos también se reconcilien con Dios y sean salvos. ¡Eso es un ministerio! Cuando Jesús estuvo en la tierra, el reconcilió al mundo con Dios, todos aquellos que aceptaron su mensaje, fueron reconciliados con Dios. Él fue el mediador entre Dios y los hombres.

Dios nos llama “embajadores en nombre de Cristo”. Un embajador es una persona que representa a un país y su gobierno y defiende los intereses de ese gobierno. Nosotros representamos al cielo aquí en la tierra.  Algunos cristianos piensan que ya salvados, solo nos queda esperar que nos lleven al cielo para ser librados de los males de este mundo. No nos dejemos engañar por este nuevo estado de paz y comodidad. ¡Es un error pensar que así es la vida cristiana! La vida cristiana es una vida de compromiso, y es un engaño de Satanás, que pretende crear en nosotros un estado de ociosidad para que no cumplamos nuestro compromiso. La biblia nos enseña que la vida cristiana es una vida de entrega, servicio y compromiso.

No sabemos cuántas personas mueren cada día y pasan a la eternidad sin Dios y sin esperanza, las enfermedades, los accidentes, los crímenes y muchos otros factores llevan a la gente a la muerte y van al infierno sin Jesús. Tal vez muchos de ellos nunca oyeron el mensaje de salvación, seguramente vivían cerca o al lado de un cristiano que nunca les habló de Jesús y se fueron al infierno.

En este tiempo de tanto entretenimiento y muchas ocupaciones, es común ver cristianos que profesan la fe de una manera muy liviana, su vida diaria carece de un testimonio real de su unión y compromiso con el Señor. Sus actividades cotidianas absorben todo su tiempo, energía y recursos y olvidan que ya no pertenecen al mundo, por lo cual no deben desarrollar una amistad con él, pero lo hacen. Están ocupados con las cosas del mundo y se olvidan de que tienen un compromiso con aquel que los sacó de las tinieblas a su luz admirable. El compromiso de cada cristiano es anunciar el evangelio de Cristo para que cada persona que muera no vaya al infierno, sino que sea salvo, así como él fue salvo.

Cuando los discípulos decidieron aceptar a Jesús como su líder y maestro, él fue muy claro cuando habló de compromisos y no dudó en hacerles saber desde el principio el costo de sus llamamientos y les dijo: “Si alguno quiere ser mi discípulo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). La cruz es sinónimo de entrega y servicio hasta la muerte. Jesús fue más lejos cuando dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62) Lo que Jesús indica aquí es que, si no estás dispuesto a comprometerte con la misión de servir y llevar a cabo una labor de reconciliación, hasta las últimas consecuencias, no eres digno de pertenecer al grupo de obreros de la viña del Señor, los cuales esperan que venga su Señor del cual recibirán su galardón. Basado en esto, se puede decir que lamentablemente muchos creyentes, todavía no son salvos.

Miremos como vio el apóstol Pablo la vida de un cristiano normal y comprometido. Primeramente, dice: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcamos por él” (Filipenses 1:29). Claramente expone que, juntamente con todas las bendiciones de la vida cristiana, y que, aunque es cierto que disfrutamos de una bendición continua, también es cierto que debemos esperar sufrir por causa del servicio, como una realidad de la vida cristiana. Pero el apóstol añade algo más, y hablándole a los hermanos de Galasia les dice: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más Cristo vive en mi” (Gálatas 2:20). Estas declaraciones chocan con la realidad de muchos creyentes nominales, que ven la iglesia como un gran centro de distracción y confort, donde son consentidos, amados y sus problemas resueltos,  y luego que lo obtienen, se van hasta la nueva necesidad para volver. Pablo sufrió hasta la muerte por el Señor Jesús y su evangelio.

Última parte en el próximo blog…

Escrito por: Dr. Samuel MacAdam, Presidente Ministerio Trigo Nuevo y Decano académico Universidad Cristiana Logos

 

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  • Valeria , 14 marzo 2019 @ 14:40

    Gracias por ser un aporte al engrandecimiento de nuestro conocimiento Espiritual.

    • Logos Staff , 15 marzo 2019 @ 05:47

      Bendiciones Valeria, todo sea por extender el reino de de Dios.

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