LAS BASES BÍBLICAS PARA LA DISCIPLINA

LAS BASES BÍBLICAS PARA LA DISCIPLINA

¿Qué es la disciplina eclesial? En términos generales, la disciplina eclesial es una parte del proceso de discipulado, la parte en la que corregimos el pecado y dirigimos al discípulo hacia un camino mejor. Ser discipulado significa, entre otras cosas, ser disciplinado. Y el
cristiano se disciplina a través de la enseñanza y la corrección, como en una clase de matemáticas cuando el profesor enseña la lección y luego corrige los errores de los estudiantes.

Este es el motivo por el que existe la práctica centenaria de remitirnos a ambas disciplinas, la formativa y la correctiva. La disciplina formativa ayuda a formar al discípulo a través de la enseñanza. La disciplina correctiva ayuda a corregir al discípulo corrigiendo el pecado.
Este libro se centra en la disciplina correctiva, pero la enseñanza y la corrección trabajan siempre juntas.
Esa es la esencia del discipulado. Para usar una definición más específica y formal, la disciplina eclesial es el acto de retirar a una persona de la membresía de la iglesia y de la participación de la Cena del Señor. No es un acto para prohibir a la persona que asista a las reuniones semanales de la iglesia.Es la declaración pública de la iglesia de que ya no puede seguir confirmando la profesión de fe de esa persona llamándola cristiana. Es la negativa a dar a una persona la Santa Cena. Es la excomunión de la persona (o excomulgarla).

Para que quede claro, quiero especificar que voy a tratar estas palabras como sinónimos: excomulgar significa excluir a alguien de la comunión, lo cual es retirarlo de la Cena del Señor, lo cual es disciplinarlo formalmente. Algunas personas consideran uno o dos de
estos pasos como diferentes niveles del proceso; yo no lo hago.

JESÚS Y LA DISCIPLINA

Son muchos los textos en el Nuevo Testamento que señalan la práctica de la disciplina eclesial. El más conocido es probablemente el del Evangelio según Mateo. Dice Jesús:

“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia;
y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mt. 18:15-17).

A simple vista, Jesús parece tener dos preocupaciones: primera, que el pecador se arrepienta; segunda, que el número de personas implicadas para producir el arrepentimiento sea el mínimo posible. La base de esta preocupación es la profunda convicción de que la Iglesia debe parecer diferente al mundo (los cristianos no deben vivir como paganos o recaudadores de impuestos). La audiencia judía de Mateo habría entendido “pagano” como representación de los que estaban fuera de la comunidad del pacto, y “recaudadores de
impuestos” como representación de los que habían traicionado a la comunidad del pacto (y, por tanto, estaban también fuera de la comunidad). Los miembros de una iglesia deben vivir de manera diferente al mundo. Y si después de una serie de advertencias de gracia no lo hacen, la iglesia debe excluirlos de la comunión.

El pecado citado en este pasaje es interpersonal: “contra ti”. Aun así, creo que a menudo damos demasiada importancia al significado de este detalle. La clave aquí es saber si la persona se ha arrepentido y puede ser tratada como un hermano o una hermana en Cristo. El asunto más importante de estos versículos es que las iglesias locales tienen la autoridad de evaluar la profesión de fe de una persona y actuar de acuerdo con ella: “…si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren…” (Mt. 18:19). Dicho de otra manera, las iglesias pueden utilizar el proceso de la disciplina eclesial descrito en los versículos 15 al 17 con pecados más
amplios.

En una palabra, Jesús se propuso que las iglesias ejercieran una función judicial. Extrae el lenguaje acerca de los dos o tres testigos de Deuteronomio 19, un pasaje en que Moisés articula el reglamento para juzgar casos criminales. Cuando nos encontramos con
personas que aseguran representar a Cristo con sus labios pero que viven negándolo, las iglesias deben evaluar cuidadosamente la evidencia y emitir un juicio. ¿Es esta una profesión de fe válida? ¿Es este un practicante verdadero del evangelio? ¿Qué indica su testimonio?

 

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