Pecado y Redención del Hombre
La imagen perdida se recobra por el acto de regeneración y la obra santificadora del Espíritu Santo, sostiene Lutero.
El Pecado en el hombre
La imagen que perdió el hombre se reduce a la conducta o a la moral sin tocar su capacidad intelectual, su capacidad creativa, evidentes aún en los que niegan a Dios.
El pecado, corroe las relaciones del hombre, con Dios, la familia, su entorno e inclusive consigo mismo.
Cuando el hombre se encuentra en pecado, destruye la imagen de Dios en su vida, siendo necesario que a través de Cristo inicie un proceso de restauración de esa imagen perdida, que la Biblia llama “santificación” proceso que llegará a su total perfección en el cielo, donde la restauración será completada.
Camino pecaminoso
A lo largo del tiempo observamos al hombre cometiendo actos pecaminosos, buscando la manera de independizarse de su Creador.
Así mismo observamos a Dios corrigiéndolos continuamente, al punto de haber enviado a su Hijo amado en cumplimiento de su promesa a Adán y a Eva (Génesis 3:15). Él vino como el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Todo hijo de Adán nace con la mancha del pecado que le conduce a aquello que destruye el carácter y corrompe el corazón, siendo una enfermedad moral.
El ser humano carece de perfección, requiriendo de Cristo para alcanzarla. Dios no acepta el pecado por ello da los recursos para superarlo.
Reconocer el mal en mí
La ignorancia nos lleva a falsas conclusiones:
Desarrollamos la tendencia de creer lo que queremos creer, aun cuando tergiversemos la verdad para creerlo, creando doctrinas propias.
Normalmente no se reconocen los malos conceptos y distorsiones de la verdad, aceptando algunas doctrinas sin examinarlas.
El pecado es invisible hasta que se denuncia públicamente. Es difícil ver nuestros propios pecados, pero fácil ver el de los demás.
El pecado es una realidad en nuestras vidas, NO ES PREJUICIO creado por creencias y valores. ¿Quién determina que es pecado? Solo Dios.
La Búsqueda de la Perfección
Dios permite el establecimiento de la Ley por cuatro funciones:
– Despertar la necesidad de Cristo,
– Apuntar a cristo,
– Mostrar la mejor manera de vivir,
-Evaluar cómo estamos en nuestro andar espiritual.
La obediencia viene como resultado de nuestra libertad y nuestra libertad como consecuencia de la obediencia.
Dios tiene un requisito para el hombre: ¡La perfección!. La ley nos muestra los parámetros de Dios. Quien transgrede la ley, queda bajo el severo juicio de su ley. La ley no salva a nadie, la ley condena. Romanos 2:12.
Solo Dios nos da el criterio para que podamos medir nuestra conducta, en la ley está señalado, nos enseña lo que debemos evitar, muestra lo que a Dios desagrada, nos ayuda a vivir sensatamente. Romanos 7:12 “La ley en sí misma es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno”.
Recibir la Redención
Cristo ha entregado su vida para que tengamos nueva vida, y a través del Espíritu Santo obrando en nuestro ser somos regenerados, nacidos de nuevo.
La carne, dominada por la ley del pecado y la nueva naturaleza (hombre interior) que ha sido regenerado, para deleitarse en la ley de Dios.
El pecado no sólo hace demandas, también logra ejercer su influencia, el pecado reside durante toda la vida, siempre está latente. Por ello debemos identificarlo para resistirle.
Evitar que nos envuelva el pecado a través de la vida de placer. Todo aquel que rechaza el pecado será maltratado por los pecadores. El vivir para Cristo y rechazar abiertamente ciertos pecados aceptados por la gente trae retribución. 2Timoteo 3:12 “Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos”.
Jesús ha logrado la redención para nosotros. Efesios 1:7 “En él tenemos redención mediante su sangre”, por medio de el hemos sido justificados por su gracia (Romanos 3:24). Al aceptar a Jesucristo como mi sustituto por fe, Dios me declara sin pecado. Por los méritos de Cristo me declara sin culpa. Mi limpieza está en Cristo Jesús y no en mis obras ni méritos.
Solo así, hemos de ser reconciliados con el Padre, significa volver a unir lo que antes estaba unido, volver a hacer amigos a los que se hicieron enemigos. Romanos 5:10 “Porque cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo”.