La esclavitud financiera

La esclavitud financiera

 

Artículo original del Dr. Andrés Panasiuk, publicado en Logos Magazine, Edición 5 Abril 2020

 

Explorando el concepto bíblico de la esclavitud económica

 

Alberto entró y pegó un portazo, le gritó al perro, pateó el gato y casi mata al canario…

… los niños se tiraron debajo de la cama y su esposa, con timidez, le puso un plato de sopa sobre la mesa.  “Parece que papá tuvo un mal día”, susurró uno de los hermanitos que se había colocado fuera de la línea de fuego.  En realidad, parecía que últimamente todos los días eran malos para papá.  Alberto estaba experimentando en carne propia la presión de vivir bajo la esclavitud financiera.

 

No era que Alberto Rodríguez fuera pobre, ni que ganara poco en su trabajo.  Lo que pasaba era que, a estas alturas de su vida económica, no había sueldo que alcanzara… 

 Uno es “esclavo” en el sentido espiritual cuando hay algo que toma el lugar de Dios en su vida.  La esclavitud financiera, entonces, existe cuando el dinero y las finanzas toman el lugar de prioridad que le corresponde al Creador en nuestra existencia diaria.

 Tomemos el ejemplo de Alberto y veamos cuáles son los síntomas más comunes de la esclavitud espiritual:

  1. Preocupación excesiva por las finanzas

La persona bajo esclavitud financiera está en un nivel de presión económica tal, que no se puede sacar a las finanzas de la cabeza.  Está en el hogar y está preocupado por las finanzas, está en el trabajo y está pensando en las finanzas, está manejando y está calculando su estado económico en el banco, come y está planeando cómo hacer sus pagos…  Es un manojo de nervios.

  1. Enojo, ira y mal humor

Como el tema financiero lo acosa todo el tiempo, se pone de mal humor.  Grita, está nervioso, se enoja por tonterías y más vale “perderlo que encontrarlo”. 

  1. Avaricia

Como está tan preocupado y de mal humor, quizá hasta tiene actitudes que no sean congruentes con su carácter.  “A ver si le mandamos unos dólares a mi mamá en Guatemala”, le pide la esposa,“La situación está tan mal que está comiendo sólo una vez por día…”  A lo que nuestro sujeto contesta: “¡Pues que aprenda a comer una vez cada dos días!”. 

  1. Resentimiento

El resentimiento puede venir a causa de un mal negocio.  Puede también ir dirigido a la sociedad o la iglesia por ser culpables o no reaccionar ante la situación en la que se encuentra el individuo.  El resentimiento lleva casi seguramente a la amargura y a la miseria espiritual. 

  1. Indulgencia

Créase o no, el individuo que está bajo mayores presiones económicas es el primero en caer en la indulgencia.  Sabe que no puede pagar el “lujo”, pero se lo dá de todas maneras porque “se lo merece”.  “Necesito unas vacaciones”, dice el indulgente y se compra un viaje a Hawai.  De pronto, podría haberse ido al campo de la tía que le queda a dos horas de la casa y hubiera descansado igual.  Pero el indulgente se va a Hawai, se toma un crucero por el Caribe, se compra una nueva computadora o trae un auto “cero kilómetro” a la casa.  Después de darle la noticia a su esposa, por supuesto, debe pagar también por la internación de la shockeada mujer en una unidad coronaria, pero es parte del “gusto que se merecía por haber sufrido tanto”.

  1. Inadecuado mantenimiento de datos

La persona que está bajo esclavitud financiera no sabe a dónde se le fue el dinero.  Llega a fin de mes y no tiene idea de cómo se gastó el sueldo.  El área de los “gastos generales” es como un gran agujero negro en su universo financiero:  el dinero que cae por allí ¡sólo Dios sabe a dónde va a parar!   Le caen las “boletas sorpresa” y lo desbalancean.  Sabe que su sueldo le debe alcanzar, pero no sabe porque se “queda corto” cada mes.

 

Si usted se identifica con algunos de estos síntomas, hay dos o tres cosas que puede hacer:

 

Primero Transfiera la propiedad de sus posesiones a Dios.

No es cuestión de orar y decirle a Dios que toda su vida es de Él.  Usted debe empezar a actuar como un administrador de los bienes que Dios le dió y no como el dueño de sus propiedades.  Proverbios 11:28 dice que “el que confía en sus riquezas caerá”.  Usted probablemente tenga que tomar algunas decisiones difíciles en un futuro cercano y si usted es el “dueño” de sus posesiones, de su casa o de su negocio no las va a poder tomar con libertad. 

Segundo:  Acepte la dirección de Dios en su vida.

La Palabra de Dios dice en Proverbios 3: 5 y 6: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.  Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”.  Comience a buscar en la Palabra de Dios (y no sólo en sus asesores financieros),  cuál es el camino que Dios quiere que usted tome.  Deje que el Espíritu Santo le hable no a través de sus “sentimientos”, sino a través de la Palabra.  Recuerde que nuestro corazón es engañoso.  No se deje llevar por “corazonadas”.  Asegúrese que sus decisiones están cimentadas en la eterna Palabra de Dios. 

Tercero: Establezca las prioridades familiares correctas.

A pesar de la falta de espacio para desarrollar este tema, conviene, por lo menos, dejar un bosquejo con los puntos principales.  Recuerde que el Salmo 127 nos dice que a menos que Dios edifique nuestras vidas, estamos trabajando en vano.  El segundo versículo dice: “Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño”.  Coloque a Dios en primer lugar en su vida.  No en la iglesia ni en las actividades. Su relación con Dios debe ser su prioridad número uno.

Luego viene su relación con su cónyuge (Ef 5:22 y 25).  Recuerde que usted se casó con su cónyuge y no con sus hijos (¡ni con el jefe de su trabajo!).  Muchos problemas surgen cuando ignoramos la enseñanza bíblica de que debemos dejar a nuestra madre y nuestro padre para unirnos a nuestra esposa o nuestro esposo como si fuéramos una sola carne.

En tercer lugar está su responsabilidad hacia sus niños (Ef 6:4 y Deut 6:6-9).

Y finalmente, su responsabilidad hacia el trabajo (1 Tim 5:8) y/o el ministerio (Col 4:17 y I Tim 3:2-5).   Recuerde que, si es ministro, usted puede tener familia si su ministerio no anda bien; ¡pero no puede tener ministerio si su familia no anda bien!  El ministrar efectivamente a nuestras familias es un pre-requisito para poder ministrar en la Obra del Señor.  Las iglesias deberían exigir que sus pastores tomen días libres semanalmente y se vayan de vacaciones por lo menos una o dos veces al año.

Si usted es un trabajador, note que su esposa es número dos, sus niños (o niñas) número tres y el trabajo está en la cuarta posición.  Si su esposa o sus niños están sufriendo a causa de su trabajo, ¿quién debe ceder?  ¿a quién va a sacrificar?

 

Vivir de acuerdo a prioridades bíblicas en nuestras vidas no es fácil.  Puede que signifique tener que cambiar de actividad laboral, tener que trabajar menos, recibir menos entradas de dinero, poseer una casa más pequeña o manejar un auto más viejo.

 

Pero si usted comienza a vivir sus prioridades familiares correctas, acepta la dirección de Dios para su vida y se convierte en un buen administrador de los bienes, el tiempo y las relaciones que Él le ha encomendado en sus manos, formará parte de una exclusiva minoría de gente hispano-parlante que puede decir, con alegría en sus ojos, que son libres, no de las preocupaciones económicas diarias, sino de la esclavitud financiera. 

  

Ahhh… y una cosa más:  la próxima vez, por favor, cierre la puerta despacito que la acabamos de aceitar…

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