Articulo original de la Pra. Lisette Grosbard, publicado en la 6ta. Edición de Logos Magazine
En mi artículo anterior les comenté como mi relación íntima con el Padre, esa relación que se desarrolló con los años, a través de mi crecimiento espiritual y mi anhelo por seguirle; fue lo que logró mantenerme firme en los momentos en que no tuve el respaldo y el apoyo de una iglesia local.
Mi relación íntima con el Padre fue mi brújula en esos momentos en que ya no estaba en la iglesia, enseñando o pastoreando como lo había hecho durante tantos años. Mi llamado me llevó a desprenderme de mi servicio a Dios y aquellos momentos de aislamiento fue el precio a pagar en esta aventura de venir a Israel para tomar en mis manos esa promesa maravillosa de volver a mis raíces, y a mi pueblo.
Esa desconexión de nuestras iglesias y comunidades, fue una realidad en la vida de muchos de nosotros en los últimos meses, y esta vez, no porque estemos corriendo detrás de un sueño como fue en mi caso, si no como consecuencia de un virus que descontroló a todos los países de alrededor y que tomó por sorpresa a un mundo moderno, globalizado y muy ocupado.
Esa situación internacional me lleva hoy a hacer un pequeño paréntesis en mi historia, para trasladar aquella experiencia que viví en mis primeros meses en Israel, a lo que hemos vivimos en este último tiempo, y preguntarte
¿Cómo fue tu relación personal con el Padre, durante ese tiempo que estuviste en casa? ¿Fueron tus pensamientos guiados por la certeza de que Dios estaba en control de lo que estaba ocurriendo?
Y más importante aún, ahora que estamos ya saliendo adelante y dejando atrás esta difícil experiencia ¿Estás confiando en sus propósitos, y poniendo tus problemas en sus manos?
Esta crisis mundial, con el enfoque apropiado puede convertirse en una gran oportunidad espiritual para nuestras vidas, ya que de forma inesperada ocurrieron dos cosas significativas.
La primera, al estar aislados de nuestros entornos, todos comenzamos a tener un tiempo disponible que tal vez habíamos perdido o descuidado con nuestras ocupaciones diarias, tiempo que ahora podemos invertir en Dios y nuestras familias.
La segunda, es que esta experiencia nos ha permitido poner las cosas en perspectiva, entender cuáles son realmente nuestras prioridades y experimentar de forma tangible el hecho de que todo está en las manos de Dios y que no importa cuánto nos afanemos para hacer o deshacer, el siempre será el que tenga la última palabra.
Cómo afrontemos este nuevo presente y futuro, va a depender de cuán firme estemos en nuestra relación con Dios.
En este nuevo comenzar, seamos como María, quien escogió la buena parte! Así lo dijo el Señor en Lucas 10:42 la parte que no le será quitada. María, lo escogió a él, escogió pasar tiempo con él. Los afanes de la vida siempre van a estar allí, el trabajo, los problemas el dolor, la tristeza, y en algunos casos también la pérdida de algo o de alguien.
Sin embargo, nuestra responsabilidad es enfocarnos en lo importante, que no es otra cosa, que fortalecer nuestros lazos de intimidad con el Padre, para que sea esa comunión íntima con Él, lo que nos mantenga firme en estos momentos tan inciertos, y llene nuestros corazones de su paz sobrenatural.
Mantén tu fe firme y pon tu mirada en él, porque a final de cuentas se trata solo de ustedes dos, y de esa relación única, que podemos alcanzar sólo por medio del sacrificio de Cristo Jesús, porque antes estábamos lejos, pero ahora hemos sido acercados al Padre por la sangre derramada en la cruz!