La crisis:
¿Dónde encuentro una Universidad Cristiana?
Y ahí estaba yo, preguntándome: ¿Por qué no había hecho clic en el anuncio de Estudiar Teología Online cuando tuve el impulso de hacerlo? Y ahora que se presentaba la ocasión de defender mi Fe; estaba paralizado, mirando su diente amarillo -que parecía de madera-, mientras el cigarrillo se tambaleaba de un lado a otro en sus labios, como si fuera uno de esos muñecos de publicidad que agitan sus brazos gracias a un ventilador.
Y aunque yo estaba del otro lado de la mesa, y bien podía levantarme e irme del lugar; no pude más que sentirme abrumado por la retahíla de argumentos que mi tío soltaba sin prudencia ni diplomacia mientras contaba sus piedras del dominó. Tenía la actitud de un sesudo intelectual, haciendo cálculos matemáticos, con los cuales siempre se hacía con la victoria, ya fuera a través de la destreza o el engaño.
Tuviera o no tuviera un gran juego, siempre se comportaba como un ganador. Los jugadores se dejaban intimidar por el “blofeo” y la “verborrea” con que acompañaba cada jugada, anticipándose a veces a los turnos del adversario, y haciéndolo tomar malas decisiones por el efecto de la presión y extravagancia.
Decía lo que pensaba y cuando lo pensaba: “Total… tengo 65 años, ya me casé y tuve hijos, trabajé e hice lo que me dio la gana, no necesito que la gente me quiera, conmigo me basta. No tengo miedo al rechazo; ni el tuyo, ni el de la caricatura de Dios que ustedes los cristianos se han hecho… Para mi son unos estúpidos, ingenuos y manipulados seres… dignos de toda lástima y conmiseración.”
Yo sonreía, pero por dentro estaba que reventaba. Mis otros dos tíos se reían a carcajadas y lágrima viva, echando la cabeza hacia atrás y protegiendo sus piezas para que no se las viéramos…
“Y eso que todavía te está hablando con respeto”, decía mi otro tío; un narizón chaparrito que admiraba a su hermano mayor. Y el segundo tío, flaco y de rostro descarnado, hundía el mentón en la papada observando por encima de sus lentes, al tiempo que mordía su cigarrillo dibujando una mueca de socarronería…
Ese fue uno de los juegos más largos del dominó que tuve en la vida, había llegado a los caminos de Cristo recientemente, y era muy poco lo que sabía del Evangelio. Mi mente estaba llena de los mismos libros intelectuales que ellos se habían leído en su juventud, y conocíamos las mismas teorías creacionistas y sus contrapartes antropológicas…
El Dilema:
¿Para qué sirven los Estudios Teológicos?
La diferencia es que ahora yo tenía Fe, y la seguridad de que Dios me había rescatado y redimido. Pero no podía expresárselas en argumentos lógicos, que ellos pudieran entender, y sobre todo, no encontraba la forma para desarmar sus argumentos, y lograr que dejaran de criticar mi manera de ver el mundo a través del cristianismo.
Mis estudios bíblicos se reducían a la lectura por meras razones históricas, utilizando las mismas escrituras para buscar inconsistencias de forma y fondo.
Como le pasó a Pablo, después de perseguidor, ahora era yo el perseguido. Y mis tíos representaban el papel de escarnecedores para burlarse de mi fe ciega, cosa que para ellos era un verdadero insulto a la inteligencia: “Si acaso existe un Dios, es un Dios lógico” –decíamos todos en consenso-.
No podía quedarme así, sabía que debía defender mi Fe como lo habían hecho los apóstoles. Entendí que Dios llama a las personas con propósito, quizá el mío era predicar para los “Intelectuales”… pues durante mucho tiempo había estado en ese mundo bohemio. Así que tomé la determinación de prepararme y hacer Estudios Teológicos, y descubrí, no sin sorpresa, que la literatura impresa sobre estos temas era difícil de digerir, y avanzaba como en un mar espeso lleno de concordancias y alegorías que mi joven corazón cristiano no terminaba de asimilar.
Para colmo de males, tenía a mis tíos por vecinos; los veía diariamente, me llamaban “Pastorcito”, “Ned Flanders” y casi todos sus juegos giraban en torno a mi nueva Fe. De modo que se convirtió en una prueba para mí, y mi voluntad de ser una nueva criatura, como decía la Biblia: Un portador de luz en las tinieblas, para atraerlos hacia la luz admirable.
Una solución:
Apologética, ciencia para defender el Evangelio
Así que regresé a aquel portal, determinado a Estudiar Teología Online, prepararme sistemáticamente e inscribirme en una Universidad Cristiana. Ese pasado estéril de resistencia, me llevó a darme de cabezazos con la verdad, y entendí que ya no era un sesudo intelectual, orgulloso de sus logros como autodidacta…
Era yo, un sujeto débil a los pies de Cristo, que necesitaba su misericordia y amor para sobrevivir… que dependía de su sabiduría y su guía para ir, paso a paso, descubriendo el valor de mi propia vida; y como ésta se interrelacionaba con la de los demás, simplemente porque Dios lo permitía, y nada más…
En la Universidad Cristiana hice buenos amigos, consejeros, asesores… Hombres y mujeres intelectuales que sabían comparar sus conocimientos de “ambos mundos” y extraer de ellos lo necesario para discernir la diferencia entre la simple ciencia argumentativa, y el poder de la razón sirviendo a la voluntad de Dios…
Descubrí la Apologética, que es la ciencia para defender el Evangelio. Y no tardé en ponerla en práctica en las discusiones con mis tíos, con los cuales nunca dejé de jugar dominó porque me había propuesto evangelizarlos. De modo que esperé a que iniciara uno de sus largos insultos basados en mi fe y la inutilidad de creer en un libro sujeto a miles de ediciones.
- Mira Beto: Nuestra Biblia actual concuerda con los Rollos del Mar Muerto descubiertos en la cueva del Qumram. Las pruebas de carbono -esas mismas pruebas con las que tú defines las épocas geológicas de la tierra- determinan la antigüedad de los rollos y los ubican con sobrada anticipación a las traducciones medievales a que haces referencia. Y la exactitud de los términos hebreos que comparten con otros hallazgos, equidistantes en tiempo y espacio, a veces por miles de kilómetros y de años, no hacen sino comprobar la inviolabilidad de la Biblia, y que estas innumerables coincidencias, serían imposibles de recrear sin la presencia de un Dios que las genere. Así que… Tanto tú, como tus estiradas hipótesis, son más inútiles que la más absurda de mis convicciones.
Se hizo un silencio sepulcral… El narizón de mi tío miró directamente a su compañero hippie, y éste se acomodó la montura de sus lentes con la punta del dedo…
Beto había dejado de sonreír. Y yo había notado que poco a poco, mientras mi argumento avanzaba, él se había dedicado a construir una respuesta. Pero al notar que usaba nuestro propio lenguaje, con rigurosidad y metodología científica, y lo combinaba con procedimientos modernos para la comprobación de hallazgos arqueológicos… Fue mucho para procesar y rebatir.
De algún modo le había desencajado todo su complicado andamiaje de argumentos. La ironía y seguridad de sus gestos dio paso a una mueca de desprecio, como cuando hieres profundamente a una persona. Así que bajó la comisura de los labios, exhaló fuertemente por la nariz y me respondió:
- ¡Y tú eres un Evangélico $@&*%#…!
Todos reímos (hasta yo que era el insultado) y seguimos jugando y discutiendo otros temas menos trascendentales. Pero desde ese día… cada vez que abría la boca para hablar del Evangelio, ellos pausaban cualquier cosa que estuvieran diciendo para ver qué tan interesante y novedoso era el argumento que yo traía… Las conversaciones no dejaron de ser tan groseras y vulgares como siempre, pero ahora Dios era un punto de la agenda y cuando discutíamos su existencia se notaba un aire de reverencia en el ambiente.
El desenlace:
Los estudios para cristianos cambian la perspectiva
Ya no era el “pastorcito”, habían empezado a llamarme “Pastor” y aunque fuera por “cháchara” siempre me pedían bendecir el juego y a ellos. En las fiestas empezaron a pedirme que bendijera los alimentos, me daban la palabra en año nuevo, y comenzaron a tratarme como a un semejante.
La edad es un reloj que poco a poco nos va reconciliando con la eternidad. Un día mi tío sufrió un infarto y me pidió que orara por él. Yo lo hice con verdadera entrega y eso tocó su corazón, lo sé porque aunque nunca me lo dijo, siempre se me acerca y me habla de Dios por lo bajo, como buscando mi aceptación acerca de sus ideas, y yo le acepto lo que tenga que aceptar, y le debato lo que deba debatir…
Desconozco el día y la hora en que Dios se glorificará en la vida de mis tíos, pero esa no es mi preocupación; pues mi tarea consiste en llevar el mensaje a sus oídos, y esperar a que se cumplan las sabias palabras que diría Pablo; uno de los discípulos más instruidos de Cristo:
“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. 1 Corintios 3:6
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Marco Gentile
Redactor creativo y Ghostwriter