En cuanto la Ley y la Gracia. En el evangelio de San Juan 1:17 nos dice que: «La Ley por Moisés fue dada; mas la Gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo»
LA LEY es norma, comportamiento, obras, cumplimiento, conducta, perfección. Todo ello en esfuerzo propio para llegar a agradar a Dios y ganarse el Cielo.
LA GRACIA es favor inmerecido, un regalo, algo gratuito, sin méritos propios, de balde… Todo lo que no pudimos ganar por la LEY, lo ganó Jesucristo, nos lo ofrece… y nosotros lo aceptamos con humildad.
“Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.” Hechos 13:38-39
DURACION DE LA LEY. Hasta que pasen el cielo y la tierra,
«No penséis que he venido a abrogar la Ley o los profetas, no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido«. San Mateo 5:17-18.
PARA EL CREYENTE. Termina cuando acepta a Cristo como forma de justificarse:
«Porque el fin de la Ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree». (Romanos 10:4)
Porque la Ley fue dada para que el ser humano comprobara por si mismo que no podía justificarse cumpliéndola sin fallar ni una sola vez en la vida. Pero el creyente ya no trata de justificarse por la Ley, sino que Cristo le ha justificado y le justifica gratuitamente cada día. (Romanos 3:23-24)
¿Por esto el creyente ya no debe respetar la LEY? ¿Puede vivir de cualquier manera? ¿puede pecar cuanto quiera?
- De ninguna manera, la misma GRACIA que ha recibido incluye recursos para vivir como a Dios le agrada, haciendo su voluntad, por eso nos dice: ESFUERZATE EN LA GRACIA. 2ª Timoteo 2:1
El creyente puede «caer» de hecho «cae» en el pecado, pero ya no es «adicto» ni «esclavo» como era antes.
Y cuando «caemos» ¿cómo nos levantamos?
- Aceptemos nuestra responsabilidad en las caídas. No echemos la culpa a otros, ni aun al diablo. Así lo hizo David en el salmo 51. «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia… Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mi.»
- Pidamos perdón a Dios lo antes posible.
- Creamos que El nos perdona, pues lo dice en su Palabra: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.» 1ª Juan 1:9
- Confiemos en el valor de la sangre de Jesucristo: «…y la sangre de Jesucristo su Hijo, nos limpia de todo pecado.» 1ª Juan 1:7
Recordemos que todo pecado quiere decir que no hay pecado «tan grande» que no pueda ser perdonado; y que no lo hay tan pequeño que no necesite ser perdonado; que los incluye todos, grandes y pequeños. Que la limpieza es total.
Referencias Bibliográficas
- Feliciano Briones Cursos Bíblicos Apartados 2.459 28080 MADRID
- correo: cursosbiblicos2000@yahoo.es