El pensar es una disciplina y los pensamientos son como caballos salvajes que hay que dominar. Es muy corriente que nos pongamos a pensar y no podamos controlar los pensamientos, que nos vengan «cosas raras» y se nos escape todo.
Esto nos pasa también cuando nos ponemos a orar a Dios, si no hay una preocupación angustiosa que acapare toda nuestra atención, pronto nos asustaremos de los pensamientos que nos vienen a la cabeza y al corazón.
Pero tanto en un caso como en otro es importante ser sinceros y reconocer todo esto por una parte; por otra no desanimarnos e insistir. Reconocer ante Dios cuando oramos, y decírselo. Que estamos asustados de esto que nos viene, que no es lo que queremos y pedirle su ayuda.
Algunas veces son nuestros propios pensamientos sin control, otras el mismo diablo que nos sugiere cosas sucias como si fueran nuestras, para estorbarnos en ese tiempo precioso que queremos estar con Dios, para recibir fuerzas, luz y pedir ayuda para otras personas.
En otras ocasiones nos viene el recuerdo de algún pecado que hemos hecho y nuestra conciencia nos acusa como si nos dijera: «¿Cómo te atreves a acercarte a Dios siendo como eres? y nos sentimos mal, tal mal que dejamos de orar.
Es bueno en esos momentos reconocer que es así y no tratar de justificarnos nosotros mismos, pero sí «echar mano» del valor de la sangre de Jesucristo, según lo vemos en 1ª de San Juan 1:7. «…y la sangre de Jesucristo su Hijo, nos limpia de todo pecado.» y descansando en esa limpieza, seguir trabajando en la oración.
La limpieza por la sangre de Jesucristo es eficaz en cualquier momento que nos sintamos acusados; y aun tiene valor cuando queremos pensar en cualquier tema y tener paz en nuestros pensamientos.
Así que esto unido a la constancia, a no dejarnos vencer a la primera, nos irán dando la victoria en esta lucha de los pensamientos.
Pero al igual que el deporte que nos ejercita los músculos y nos hace más ágiles en la medida que los practicamos, si dejamos de hacerlo nos costará más trabajo después.
Pero tenemos que volver al camino cuantas veces nos salgamos de él. Dios no se cansa de nosotros y siempre nos da una nueva oportunidad.
Referencias Bibliográficas
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