Los creyentes somos los seres más afortunados de la tierra. Dios nos ha enriquecido dándonos tesoros eternos y permanentes. Nos ha hecho hijos suyos y herederos de todo lo que tiene “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. (Gálatas 4:7) lo cual incluye el Universo entero. Nos ha dado vida eterna, el Espíritu Santo, la Vida de su Hijo “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” (Colosenses 3:4) Nos ha hecho ciudadanos de la más hermosa y duradera ciudad que jamás se haya visto sobre la tierra, cuyas calles son de oro y las puertas de perlas (Apocalipsis 21:18-21) También nos ha resucitado con Cristo sentándonos con El en los lugares Celestiales. “y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 4:6)
Aunque perdiéramos los bienes que tenemos, o el trabajo, tal vez la salud, la familia o la vida misma, si tenemos a Cristo lo tenemos todo. Por el contrario, si consiguiéramos hacer nuestro el mundo entero y no tenemos a Cristo, lo hemos perdido absolutamente todo. Como alguien dijera: “Si tienes a Cristo ¿Qué te falta?; Si te falta Cristo ¿Qué tienes?”
Esto es un pequeño resumen de lo que la Palabra de Dios dice acerca de todo lo que hemos recibido de gracia, porque nada merecíamos ni merecemos; y Dios nos lo ha dado de una manera permanente, para que lo disfrutemos cada momento y nos conforten en medio de las situaciones de la vida que nos toca pasar. Podemos darnos cuenta de ello o no, estar dormidos o despiertos, caídos o levantados, que todo es nuestro y nosotros de Cristo y Cristo de Dios (1ª Corintios 3:21-23)
Pero sucede que aunque somos inmensamente ricos, muchas veces vivimos como personas tremendamente pobres y vacías, y esperamos un libro que nos llene, un artículo de una revista que nos empuje, o vamos a las reuniones con la actitud de recibir la vida que nos ha de llenar y el poder que nos llevará a la victoria espiritual, y no nos damos cuenta que Dios YA nos ha dado todas las cosas en su Hijo (véanse por ejemplo los verbos usados en Efesios 2:4-8, todos están en pasado: “Nos resucitó, nos dio vida, nos ha sentado en lugares Celestiales”, etc.) y todo esto se disfruta por sencilla fe, en cualquier lugar y en cada momento. Y así en lugar de adorar a Dios junto con los hermanos o confortarnos con alguna lectura, quedamos frustrados porque esperamos recibir por caminos equivocados lo que ya tenemos y es nuestro desde que Cristo vino a nuestras vidas.
Dios nos ha dado todas las cosas para que vivamos cada momento de cada día como hijos del Rey, experimentando la vida del Cielo sobre la tierra, llenos de sus recursos espirituales, y esto a lo largo de toda la semana, y no gozosos el domingo y frustrados y abatidos los demás días. Es cosa de creer al Señor y vivir de sus riquezas, tomando de su Vida.
Porque todo lo que Dios nos ha dado es también «el equipo» la armadura espiritual, para vivir vidas llenas de poder, victoriosas. Nada menos que Cristo mismo vive en nosotros desde que le recibimos y El es la Resurrección y la Vida, y quiere llenarnos de estas tremendas cosas (Juan 11:25)
Pero tenemos que aprender a andar en el Espíritu y debemos crecer en la vida cristiana, y existe «una filosofía religiosa del fracaso continuado» de la que quiero advertir: Es el echar la culpa de nuestras derrotas a lo que nos rodea, visible o invisible. Decimos: «el diablo me ha hecho caer» «Es que el mundo me atrapa con sus enredos» «Mi viejo hombre me engaña» «Las personas que me rodean me sacan de quicio» etc. Esta actitud que puede parecer más cómoda nos impide crecer, siempre estaremos cayendo y levantándonos en las mismas cosas, quedamos atrapados en una telaraña que nos impide el desarrollo espiritual.
Y no quiero decir que el diablo no sea real, o el mundo complicado, y el «yo» peligroso, y las relaciones humanas tremendamente complicadas y difíciles, sé que son así, pero los recursos espirituales que Dios nos ha dado son más que suficientes para vencer en todas estas situaciones, ¿o no? Si fracasamos, y los hacemos frecuentemente, debemos echarnos la culpa a nosotros mismos porque no hemos usado los recursos espirituales que tenemos en Cristo.
Delante de Dios, Adán echó la culpa a Eva y ella a la serpiente. ¡La filosofía religiosa del fracaso continuado es muy vieja! Pero no tengamos miedo a reconocer nuestra responsabilidad en nuestras caídas, Dios no nos quita nada de lo que nos ha dado, y precisamente la entrada a ello es el aceptar nuestra responsabilidad en lo que hacemos y somos.
No permitamos que nuestra vida se convierta en un fracaso continuo teniendo lo que tenemos como hijos de Dios, vivamos de la sencilla fe que cree lo que El dice y le alaba por su gran amor y misericordia hacia nosotros, y no convirtamos en amargura nuestras relaciones personales echándonos las culpas unos a otros.
Mas bien preguntémosle a Dios: Señor, ¿cómo puedo dejar a Cristo vivir su vida en mí? ¿Cómo hacerlo en esta y aquella situación? Enséñame a vivir la vida de los lugares Celestiales donde estoy sentado con Cristo, cada día aquí, abajo. Dame más luz acerca de estas gloriosas riquezas que tú me has dado en tu Hijo, para que no viva más como un pobre y pueda enriquecer a otros.
“alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza”
Efesios 1:18-19)
Referencias Bibliográficas
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