Esta es una parábola exclusiva de Lucas. Esta es la parábola del juez y la viuda (Luc. 18:1–8) se asemejan en que ambas recalcan la persistencia en la oración y la fidelidad de Dios en contestar. La parábola del amigo que llega a medianoche carece del refrán introductorio acostumbrado. Es decir, no comienza con la frase llamativa: “El reino de Dios es semejante a …”. El tema de la oración es el contexto general de la parábola. Lucas describe cómo Jesús oraba “en cierto lugar”. Aparentemente, los discípulos lo observaban mientras oraba. Después de terminar su período de oración, se le acerca “uno” de sus discípulos. El discípulo anónimo pide a Jesús que les enseñe a orar al igual que Juan el Bautista había enseñado a sus propios discípulos. Parece que era costumbre entre los rabinos enseñar una oración definida a sus discípulos; ésta les servía de una especie de distintivo.
Es obvio, pues, que el contexto inmediato de la parábola es el Padre Nuestro en su versión lucana (Luc. 11:2–4). Parece que Lucas abrevió la oración en algo, comparándola con la de Mateo (Mat. 6:9, 10). Muchos estudiosos de esta oración prefieren llamarla “La oración modelo”. Se le ha llamado así, porque en ella Jesús desea instruir a sus discípulos sobre el modo de orar… es importante reconocer que los textos que siguen después de la parábola ayudan a fijar el significado de esta parábola y también el de la parábola gemela del juez y la viuda (Luc. 18:1–8). Es claro que los versículos en Lucas 11:9–13 en conjunto recalcan la buena disposición de Dios para contestar la oración.
Es importante notar que Jesús cuenta esta pequeña parábola a sus propios discípulos. Aunque la oración modelo, el contexto inmediato de la parábola, se dio para cumplir con la petición de “uno” de sus discípulos, se hace patente que esta parábola se da al grupo de discípulos, ya que se emplean los verbos iniciales en la forma plural (v. 5). Para la comprensión de cualquier parábola, es imprescindible que se determine el auditorio o los recipientes de la enseñanza. En este caso el auditorio es el grupo más allegado.
La escena se fija al hacer Jesús que sus discípulos se imaginen un dilema personal. La parábola del amigo que llega a medianoche llega a ser una ilustración de lo que podría suceder en la vida de los discípulos. Para tal fin Jesús limita el dilema a “uno” de ellos. A este discípulo le llega de noche una visita inesperadamente. Pero la cosa, no tiene pan que ofrecerle como las costumbres exigían. El dilema consistía en una disyuntiva que se le presentaba: o se negaba a atender a la visita inesperada, cosa que infringiría la norma establecida de la hospitalidad oriental, o tendría que molestar a su vecino a las altas horas de la noche.
El anfitrión de la parábola obviamente reconocía su responsabilidad de alimentar a su huésped y ayudarlo a refrescarse de su viaje. También se daba cuenta de que la atención a un viajero visitante no era únicamente una responsabilidad individual; era también comunal. Por la vergüenza que siente al no poder atender debidamente a la visita, acude al vecino el discípulo imaginario. La hora es avanzada, ya que la visita estaría viajando de noche posiblemente para evitar los calores sofocantes del día. Se hace la situación más embarazosa, porque se da cuenta de que por la hora el vecino ya está dormido. No obstante, su vergüenza, no le queda más remedio que pedir al vecino que le preste algunos panes. Se sabe que tres de estos panes pequeños constituían una comida entera para una persona.
La historia se complica cuando el anfitrión llega a la casa del vecino. Llama a la puerta para explicar al vecino su dilema. Su vergüenza aumenta cuando el vecino se niega a levantarse para atender su petición. Es más, la respuesta del vecino se hace con palabras bastante ásperas, expresando así más su indisposición que su incapacidad para atender su petición: “¡No me molestes!”.
Afirma que la puerta está cerrada y sus hijos dormidos. [El otro] siguió llamando a la puerta hasta que por fin el vecino se levantó, despertó a su familia, buscó un quinqué, encontró el pan y se lo dio a su vecino insistente. Se nota que no era la cantidad de pan que pedía el vecino la que le molestaba sino la hora de la noche.
Debe ser obvio que el tema de la insistencia es clave para la culminación de la parábola. Joachim Jeremías (Las parábolas de Jesús, p. 158) opina que la palabra griega conlleva la idea de “avergonzarse”. De este modo, el vecino accedió al fin a la petición del amigo, porque no quería traer vergüenza a su casa por su rechazo… para salvaguardar su propio honor.” (Fricke, s.f., pp. 162-165)