Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Génesis 2:18
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Génesis 1:27
Comunidad y Creación
Cuando nosotros estudiamos la historia de la creación, vemos que Dios comenzó en el primer día con algo desordenado y vacío (Gen. 1:2). Durante los siguientes cinco días Dios creó, organizó y dio vida. Al llegar el séptimo día, hubo descanso. Todas las cosas que Dios creó existían en paz y armonía. La creación terminó cuando Dios formó a Eva de la costilla de Adán y así dejó una comunidad humana que reflejaba la comunidad divina.
En una creación donde todo es proclamado «bueno», es interesante leer, en Gen. 2:18, «No es bueno que el hombre esté solo.» Algo quedó incompleto. Lo que quedó incompleto en ese momento, y lo que volvió a ser incompleto después del pecado, era esta idea de comunidad. Al completar la comunidad humana, la creación quedó completa y buena. Adán en sí no podía portar la imagen completa de Dios porque no gozaba de la comunidad que Dios tenía. Aunque Adán fue creado perfecto, no llegó a ser creación «buena» hasta que tuvo su compañera, Eva.
Comunidad y Salvación
Lo que se dañó con el primer pecado fue esa misma comunidad. Encontramos la serpiente en el capítulo 3 de Génesis, con su pico de desconfianza, tratando de romper la comunidad establecida por Dios. Y en los resultados del pecado, esto se hace aún más claro. Ahora, cada persona le echa la culpa al otro y lo que era uno, se ha fracturado y partido. Aunque encontramos los mismos seres en el mismo huerto, nos damos cuenta de cuán lejos está el uno del otro.
Este alejamiento ha caracterizado la historia del hombre y, muchas veces, ha amenazado su propia existencia. Si no fuera por la gracia de Dios, el hombre hubiera acabado consigo mismo hace mucho tiempo.
La respuesta a esta situación tan difícil es, y siempre ha sido, la restauración de la comunidad: comunidad entre Dios y el hombre, y comunidad entre los mismos hombres. Nosotros veremos en este estudio que cada vez que Dios viene al hombre es para realizar esta restauración. Con Abraham, con Moisés, con David, y finalmente con Jesús, Dios ha venido para restablecer la comunidad que había en el huerto.
Dios viene al hombre para que sus relaciones con los otros hombres reflejen la comunidad que existe en nuestro Dios Trino.
Es esta comunidad y este pacto de amor entre los servidores de Dios, lo que da gloria al Señor en este mundo. Una comunidad verdadera brilla como el sol en un mundo donde todas las relaciones se han oscurecido por egoísmo y desconfianza. Le toca a la iglesia ser esta comunidad de luz y esperanza.
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh, Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Juan 17:20-22
Comunidad y la Tarea de la Iglesia
Entendido todo esto, nuestras iglesias deben ser refugios de comunidad y comunión. Nuestras iglesias deben ser ejemplos brillantes de lo que todo el mundo anda buscando. Pero ¿qué sucede? Lamentablemente, nuestras iglesias reflejan más las organizaciones humanas que nos rodean que al Señor quien nos formó. En vez de buscar la comunidad que Dios nos ofrece, queremos líderes, organizaciones y programas como tienen las otras naciones (I Samuel 8:5). Tanto como en el caso de Israel, la iglesia ha cambiado un liderazgo divino por un liderazgo humano. Resulta que hay mucha competencia, envidia y disensión dentro de la misma iglesia. Y tan pronto que un visitante ve estas cosas en la iglesia, sale huyendo. Fue para escapar de estas cosas que el visitante vino a la iglesia, no para encontrarlas.
¿Qué haremos? Lo primero que la iglesia tiene que hacer es volver al ejemplo de la iglesia del Nuevo Testamento. Dejando los templos grandes y pretenciosos, y dejando los programas ambiciosos. Tenemos que volver a crear comunidad en nuestro medio. Tenemos que volver a la oración, y aplicarla a los grupos naturales que encontramos en nuestras vidas. En vez de forzar una comunidad artificial, tenemos que introducir a Cristo a las distintas comunidades naturales que ya existen a nuestro alrededor. Aprovechando la comunidad que ya existe podemos perfeccionarla por medio del Espíritu de amor.
El propósito de este estudio es llamar a la iglesia a volver a su tarea principal, la de crear comunidad. Enseñaremos también cómo la iglesia puede hacerlo con células o grupos pequeños para organizarse de nuevo.” (De Vries, s.f., pp. 6-7)
Referencias Bibliográficas
- De Vries, E. Instituto Bíblico Reformado (s.f.) Creando Comunidad con Células. Universidad Cristiana Logos & Logos Christian University, Logos Bible Institute. Pp. 6-7
- Curso IBLO No.2 -IPTH308 Iglecrecimiento I. Universidad Cristiana Logos -UCL-
- Apuntes del Profesor José Juan Sosa Morales