La consejería cristiana es un ministerio que trasciende las habilidades humanas y se fundamenta en la sabiduría de Dios. A lo largo de las Escrituras, vemos que el Señor ha llamado a hombres y mujeres a servir a los demás, ofreciendo no solo palabras de consuelo, sino también dirección divina, sanidad y restauración. Al responder al llamado de Dios para ser consejeros, nos encontramos con una oportunidad única de ser instrumentos de Su paz y restauración en un mundo quebrantado.
Pero, ¿cómo podemos identificar este llamado? ¿Cómo sabemos que estamos caminando en el propósito que Dios tiene para nosotros?
El Llamado de Dios en la Consejería
Para entender el llamado a la consejería, es necesario primero reconocer que Dios ha llamado a cada uno de nosotros a servir en Su reino. En 2 Corintios 1:4 leemos: «El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios» (RV1960). Este versículo resalta que el consuelo y la sabiduría que recibimos de Dios no son solo para nuestro beneficio, sino que están destinados a ser compartidos con aquellos que atraviesan momentos difíciles. Como consejeros, no solo estamos ofreciendo palabras humanas, sino que somos vehículos de la consolación divina.
El llamado a la consejería, entonces, es un llamado al servicio y a la obediencia. Dios nos prepara, nos sana y nos equipa para ser de ayuda a aquellos que lo necesitan. Él nos capacita para entender y empatizar con las luchas humanas, pero siempre guiados por Su verdad. Como Pablo lo expresa en Efesios 4:12-13: «A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (RV1960). Cada uno de nosotros tiene un propósito dentro del cuerpo de Cristo, y al desempeñar nuestro papel como consejeros, estamos ayudando a edificar a la iglesia y a guiar a otros hacia la plenitud de Cristo.
Identificando el Propósito en Dios
El proceso de identificar el propósito que Dios tiene para nosotros como consejeros comienza con la comprensión de nuestra relación personal con Él. La consejería no se trata simplemente de tener la habilidad de escuchar o hablar, sino de ser instrumentos a través de los cuales Dios puede obrar. En Jeremías 29:11, Dios declara: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis» (RV1960). Esta promesa nos reafirma que Dios tiene un propósito definido para nuestras vidas, y como consejeros, nuestro propósito es alinearnos con Sus planes, permitiendo que Él obre a través de nosotros para sanar y restaurar a los demás.
Al identificar este propósito, es fundamental mantener una actitud de humildad y disponibilidad. Como consejeros, debemos entender que no tenemos todas las respuestas, pero sabemos a quién acudir. En Proverbios 3:5-6, Dios nos instruye: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia; reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas» (RV1960). Este versículo nos muestra que, al depender completamente de Dios, podemos estar seguros de que Él nos guiará en cada paso, incluso cuando no sepamos cómo ayudar o qué palabras decir.
La Capacitación en el Propósito de Dios
Es importante entender que el llamado a la consejería no es solo una cuestión de deseo personal, sino también de capacitación en el Señor. La Escritura nos enseña que, cuando Dios nos llama, Él también nos equipa. En 2 Timoteo 3:16-17, se nos dice: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (RV1960). La capacitación en la Palabra de Dios es esencial para que el consejero pueda ofrecer sabiduría divina y no simplemente consejos acorde a la mentalidad del mundo.
El proceso de formación y preparación es continuo, pues nunca dejamos de aprender en nuestra relación con Dios. A medida que nos capacitamos, debemos también cultivar una vida de oración y discernimiento espiritual. En Santiago 1:5 se nos ofrece una promesa especial: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (RV1960). La sabiduría divina es un recurso ilimitado que Dios ofrece a aquellos que se acercan a Él con un corazón sincero. Así, la consejería cristiana se convierte en un proceso de colaboración con el Espíritu Santo, quien nos guía y nos da las palabras adecuadas en el momento oportuno.
El Impacto del Llamado en la Vida del Consejero
El llamado a la consejería también tiene un profundo impacto en la vida del consejero. Cuando decidimos seguir este llamado, no solo estamos ayudando a otros, sino que también estamos siendo transformados por el mismo proceso. En 2 Corintios 5:18 se nos recuerda: «Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación» (RV1960). A través de este ministerio, el consejero no solo actúa como mediador entre Dios y el que recibe el consejo, sino que también experimenta personalmente el poder de la reconciliación y la sanidad.
La consejería, por lo tanto, se convierte en un medio para que el consejero también crezca en su relación con Dios. Al escuchar, aconsejar y caminar junto a otros en su proceso de sanidad, el consejero es continuamente confrontado con su propia necesidad de la gracia de Dios. Esto es parte del proceso de santificación, ya que somos formados y perfeccionados a través de nuestra disposición a servir a los demás.
Conclusión
El llamado a la consejería es un llamado al servicio, a la obediencia y a la transformación. Identificar el propósito en Dios como consejero no es solo una cuestión de habilidades, sino de un profundo entendimiento de nuestra dependencia de Él y de Su obra en nuestras vidas. A medida que nos preparamos y nos capacitamos, debemos recordar que no estamos solos en este camino. Dios nos ha dado el Espíritu Santo para guiarnos y equiparnos, y en Él encontramos la sabiduría y el entendimiento necesarios para cumplir con este noble propósito.
Como consejeros, estamos llamados a ser canales de la consolación de Dios, ayudando a otros a experimentar la restauración y la paz que solo Él puede ofrecer. En todo momento, debemos depender de Su guía, saber que Él tiene planes de paz para nosotros y para aquellos a quienes servimos. Si deseas responder a este llamado, recuerda que, con humildad y disposición, Dios te equipará para cumplir con Su propósito y ser un instrumento de Su amor y sanidad en la vida de otros.
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Dios te bendiga
Por María del Pilar Salazar
Decana Académica
Univ. Logos
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