La crítica es una realidad presente en todas las esferas de la vida. En la iglesia, la familia, el trabajo y las relaciones interpersonales, la crítica puede ser un recurso de edificación o convertirse en una herramienta de destrucción. La Biblia nos exhorta a ejercer discernimiento en la forma en que expresamos y recibimos crítica. Muchas veces, quienes más critican son aquellos que menos hacen, y esto puede generar un ambiente de desconfianza y desmotivación en la comunidad de fe.
La Naturaleza de la Crítica
Existen dos tipos de crítica: la constructiva y la destructiva. La crítica constructiva busca corregir con amor, guiando a otros en el camino correcto. Proverbios 27:6 señala: «Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece» (RV1960). Este tipo de corrección proviene de aquellos que realmente buscan el bienestar de la persona criticada.
Por otro lado, la crítica destructiva nace de un corazón orgulloso y sin interés genuino en la edificación del otro. A menudo, quienes se dedican a criticar a los demás son aquellos que menos contribuyen en la obra de Dios. Este tipo de crítica está motivada por la envidia, la amargura o la necesidad de engrandecerse a expensas de los demás.
Jesús advirtió sobre esta actitud en Mateo 7:3-5: «¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? O ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano» (RV1960). Esta advertencia nos muestra que la crítica sin autoevaluación nos convierte en jueces injustos y en estorbos para el crecimiento de los demás.
La Actitud Cristiana Frente a la Crítica
Como cristianos, debemos ser cuidadosos con la forma en que ejercemos la crítica y también con la manera en que la recibimos. Santiago 1:19 nos enseña: «Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse» (RV1960). Antes de emitir una crítica, es necesario evaluar si nuestras palabras son necesarias, edificantes y pronunciadas con amor.
Cuando recibimos crítica, la reacción adecuada no es la ira ni la defensa inmediata, sino la reflexión y la humildad. Proverbios 15:31-32 nos dice: «El oído que escucha las amonestaciones de la vida, entre los sabios morará. El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento» (RV1960). La corrección sabia es un regalo, y cuando se recibe con humildad, puede llevar al crecimiento espiritual y personal.
La Línea Delgada entre la Crítica y la Murmuración
Un aspecto delicado de la crítica es que, si no se maneja correctamente, puede degenerar en murmuración. La murmuración es una forma de crítica disfrazada, que se caracteriza por hablar a espaldas de los demás con la intención de dañar su reputación. Este comportamiento es condenado en la Escritura: «Haced todo sin murmuraciones y contiendas» (Filipenses 2:14, RV1960).
La murmuración no solo afecta a la persona criticada, sino que también envenena el corazón de quien la practica. Santiago 4:11 nos exhorta: «Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano, y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez» (RV1960).
La diferencia entre la crítica constructiva y la murmuración está en la intención y el método. La crítica constructiva se hace con amor, de manera directa y con el deseo de ayudar; la murmuración, en cambio, se realiza a escondidas, con un espíritu de juicio y sin la intención de edificar.
Reflexión Final
Antes de criticar, es fundamental examinar nuestro propio corazón y nuestras motivaciones. Debemos preguntarnos: ¿Estoy buscando edificar o destruir? ¿Estoy dispuesto a ayudar en lugar de solo señalar errores? ¿Mi crítica glorifica a Dios?
La Biblia nos llama a ser prudentes en nuestro hablar y a edificar a los demás con nuestras palabras. Efesios 4:29 nos da una guía clara: «Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes» (RV1960).
Si hemos caído en la crítica destructiva o en la murmuración, debemos arrepentirnos y buscar formas de bendecir en lugar de herir. Que nuestras palabras sean una fuente de vida y restauración, y no de juicio y destrucción. Recordemos que «en la multitud de palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente» (Proverbios 10:19, RV1960).
Por María del Pilar Salazar
Decana Académica
Univ. Logos
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