La pereza es una condición que, a menudo, asociamos con la inactividad física o la falta de productividad en el ámbito secular. Sin embargo, en la esfera espiritual, la pereza puede manifestarse de formas más sutiles y, quizás, más peligrosas. No se trata solo de la ausencia de movimiento, sino de un letargo del espíritu, una apatía que nos impide avanzar en nuestro llamado y servicio a Dios. La Biblia, desde Proverbios hasta las epístolas paulinas, aborda este tema con seriedad, recordándonos la urgencia y el valor de la diligencia en la fe.
La Sutil Manifestación de la Pereza Espiritual
Cuando pensamos en pereza, la imagen de alguien durmiendo o sin hacer nada viene a la mente. No obstante, la pereza espiritual puede presentarse incluso en vidas aparentemente ocupadas. Puede ser la falta de entusiasmo en la oración, la postergación del estudio bíblico, la tibieza en el servicio, o el contentamiento con una vida cristiana meramente superficial. Jesús mismo advirtió sobre la falta de preparación y diligencia, como en la parábola de las diez vírgenes, donde algunas fueron negligentes en tener aceite para sus lámparas (Mateo 25:1-13).
Proverbios 6:9-11 (RV1960) nos confronta directamente: “Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y un poco de cruzar las manos para reposo; así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado”. Este pasaje no sólo advierte sobre las consecuencias materiales, sino que su principio se extiende a la vida espiritual: la falta de diligencia trae empobrecimiento y vulnerabilidad ante los ataques del enemigo.
Consecuencias de la Inactividad en el Reino
La pereza espiritual no es inofensiva; tiene implicaciones directas en nuestra relación con Dios y en el cumplimiento de Su voluntad.
- Disminución del crecimiento espiritual: Un cristiano perezoso rara vez profundiza en el conocimiento de Dios o en la madurez de su carácter. El apóstol Pedro nos exhorta a añadir a nuestra fe «virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor» (2 Pedro 1:5-7, RV1960). Esto es un proceso activo, no pasivo.
- Pérdida de oportunidades de servicio: La iglesia es un cuerpo donde cada miembro tiene una función vital. La pereza de uno afecta al todo. Romanos 12:11 (RV1960) nos insta: «En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor». Un espíritu perezoso frena el avance del evangelio y la edificación del cuerpo.
- Vulnerabilidad a la tentación: Cuando no estamos activamente involucrados en la vida espiritual, somos más susceptibles a las distracciones del mundo y a las maquinaciones de Satanás. «Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil» (Mateo 26:41, RV1960). La pereza nos deja desarmados.
Despertando a la Diligencia Bíblica
La buena noticia es que la pereza espiritual no es una condena ineludible, sino una condición de la cual podemos salir con la ayuda de Dios y una actitud resuelta. ¿Cómo podemos cultivar la diligencia?
- Reconocimiento y arrepentimiento: El primer paso es admitir la pereza y arrepentirnos. Dios es fiel para perdonar y restaurar.
- Renovar el primer amor: Volver a la pasión inicial por Cristo que nos impulsaba a servir. «Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras» (Apocalipsis 2:4-5, RV1960).
- Disciplina espiritual: Establecer rutinas de oración, estudio de la Palabra y servicio. La disciplina no es un yugo, sino un medio para la libertad y el crecimiento. El autor de Hebreos nos anima a no hacernos «perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas» (Hebreos 6:12, RV1960).
- Buscar la guía del Espíritu Santo: Es el Espíritu quien nos da la fuerza para la diligencia. «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13, RV1960).
Un Llamado a la Acción Ferviente
La vida cristiana es un llamado a la acción, a la perseverancia y al crecimiento. La pereza, en cualquiera de sus formas, es un impedimento para la gloria de Dios manifestada a través de nosotros. Como estudiantes de teología, pastores o consejeros, nuestro propio ejemplo de diligencia espiritual es un testimonio poderoso.
No permitamos que el letargo nos robe el gozo del servicio ni nos impida alcanzar la estatura plena de Cristo. Al contrario, con fervor de espíritu, y sirviendo al Señor, podemos salir del sueño y despertar al propósito que Dios tiene para nuestras vidas, contribuyendo activamente a Su reino.
Por María del Pilar Salazar
Decana Académica
Univ. Logos
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