El ministerio de la consejería cristiana no se limita a atender crisis o problemas específicos; también implica caminar junto a las personas y comunidades en sus procesos de crecimiento. Este acompañamiento se fundamenta en la verdad de que Dios mismo se revela como Pastor que guía, enseña y restaura. En este sentido, la consejería se convierte en una herramienta para fortalecer tanto la madurez individual como la salud espiritual de la comunidad de fe.
Crecimiento personal: un camino de transformación
El crecimiento personal en la vida cristiana no puede separarse de la obra de Dios en el creyente. La Escritura enseña que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6, RV1960). El consejero cristiano acompaña a la persona en este proceso, recordando al aconsejado que la transformación no depende únicamente de sus fuerzas, sino de la gracia divina que obra en su interior.
Este acompañamiento implica:
- Escuchar con atención las luchas y esperanzas.
- Orientar hacia una visión bíblica de la vida.
- Ayudar a reconocer dones y fortalezas.
- Conducir hacia la oración y la disciplina espiritual.
Así, el consejero no impone un molde, sino que facilita un proceso en el que la persona se descubre a sí misma como hijo o hija de Dios, con un llamado a crecer en la semejanza de Cristo.
Crecimiento comunitario: el cuerpo de Cristo en acción
El crecimiento comunitario también forma parte esencial de la consejería. La Biblia afirma que “vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27, RV1960). Esto significa que el desarrollo de un creyente está íntimamente vinculado al de su comunidad de fe.
Acompañar procesos comunitarios implica cultivar relaciones sanas, promover la reconciliación y fortalecer la participación activa en la misión de la Iglesia. Tal como afirma la NVI: “Ayúdense mutuamente a llevar las cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gálatas 6:2). La consejería pastoral, en este sentido, busca que la comunidad viva como un espacio de apoyo, amor y edificación mutua.
El crecimiento comunitario se expresa cuando:
- Se valoran los dones de cada miembro.
- Se fomenta la unidad en medio de la diversidad.
- Se practica la justicia y la misericordia en la vida diaria.
- Se fortalecen vínculos que sostienen en tiempos de dificultad.
El papel del consejero: guía y acompañante
El consejero cristiano, ya sea pastor, líder o hermano en la fe, no actúa como juez ni como quien tiene todas las respuestas. Más bien, refleja la actitud de Cristo, quien caminó con sus discípulos enseñando y modelando la vida del Reino. Jesús mismo invitó: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28, RV1960).
Este pasaje ofrece un modelo claro: la consejería no es imponer soluciones, sino guiar a las personas hacia Cristo, fuente de verdadero descanso y dirección. El consejero acompaña, apoya y señala el camino, confiando en que el Espíritu Santo es el verdadero transformador de vidas.
Crecer juntos en esperanza
La consejería que impulsa procesos de crecimiento; no ignora las dificultades, sino que las convierte en oportunidades para madurar. El apóstol Pablo enseña: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4, RV1960).
Este ciclo de crecimiento personal y comunitario conduce a la esperanza, una esperanza que no se fundamenta en estrategias humanas, sino en el amor de Dios derramado en nuestros corazones.
Conclusión
Acompañar procesos de crecimiento personal y comunitario es una tarea profundamente espiritual y pastoral. Implica escuchar, guiar y sostener, pero sobre todo recordar que es Dios quien obra en cada creyente y en la Iglesia. Los consejeros son llamados a ser compañeros de camino, sembrando esperanza y promoviendo un desarrollo integral que abarque mente, corazón y espíritu.
En un mundo marcado por la fragmentación y la prisa, la consejería cristiana ofrece un espacio para crecer juntos en paciencia, fe y amor, hasta alcanzar “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
Por María del Pilar Salazar
Decana Académica
Univ. Logos
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