Renovando la Evangelización

Renovando la Evangelización

Las denominaciones históricas deberían responder a los problemas actuales de la evangelización, no apartándose de ella sino redimiéndola y después restaurándola a una posición de honor dentro del ministerio completo de la iglesia. Pienso que las posibilidades para esto dentro de la tradición Metodista son extremadamente buenas

La renovación que se necesita en esta área no ocurrirá, sin embargo, por casualidad ni por accidente. Necesitará de empeño paciente y autocrítica reflexiva durante una generación completa. No es rápido, ni fácil. Esta clase de renovación  fundamental requerirá de nosotros sudor, lágrimas y oración persistente. Demandará creatividad e innovación de naturaleza práctica, y una revolución teológica en nuestra forma de pensar.

Hay dos supuestos tras este enfoque de evangelización. Primero, los Metodistas son personas a las que les gusta pensar y dejar pensar. Necesitan los medios para llegar a un acuerdo en las cuestiones fundamentales que les preocupan sobre la evangelización. Hasta que suministremos esto, no llegaremos muy lejos a la hora establecer un ministerio de evangelización responsable que podamos abrazar y mantener a través de los años. En segundo lugar, el desarrollo de un ministerio de evangelización adecuado necesita en parte ser dejado para aquellos que sobre el terreno realizarán tal programa.

Muchos metodistas encuentran esto difícil de creer; o no quieren creerlo. En lo que sigue quiero mostrar esa evidencia lo más concisamente posible.

Es crucial el reconocer que la evangelización depende primera y primordialmente de la obra del Espíritu Santo. Este es el terreno más seguro para el optimismo acerca del futuro de la evangelización en el metodismo y en cualquier lugar. Wesley y sus colaboradores reconocían muy bien este hecho. Ellos se encontraron a sí mismos dentro de un movimiento que surgió cuando el Espíritu Santo invadió e inundó sus vidas.

Juan Wesley se enfoco sobre el  tema de la obra del Espíritu en la evangelización. Puede compararse a Wesley con Jonathan Edwards y con Charles Finney. Edwards presenció precisamente la misma clase de fenómeno en el Gran Avivamiento que presenció Wesley. Ciertamente Wesley leyó a Edwards muy cuidadosamente y recomendó sus obras a otros con entusiasmo.

Edwards se dedicó a comprender, enseñar, defender y aconsejar; en virtud de tantos inadaptados prestos a desviar de la fe autentica a muchos. Al leer a Edwards uno capta un profundo calvinismo en el trasfondo. La obra de Dios es, después de todo, la obra de Dios.

Dentro de la tradición calvinista se sostiene que los avivamientos en la Iglesia son un asunto de decreto divino. Dios se mueve, ocurren transformaciones y después todo vuelve a ser como de costumbre. La obra de Dios en la conversión y en las temporadas de avivamiento es milagrosa.

Es completamente un asunto de acción y elección divinas; aunque Dios obrará por medio de instrumentos humanos libres cuando decida moverse.

Casi un siglo después del ministerio de Edwards,  Charles Finney abrió camino a través del este y del medio oeste de los Estados de Norte América con fruto de miles. Aún hoy, es una leyenda en su ejemplo en el enfoque de la evangelización, practico y humano creyendo la obra esencial del Espíritu Santo. Sin embargo, Finney al final reconoció que había fallado al no dar suficiente importancia a la obra del Espíritu en sus esfuerzos.

Los avivamientos no son milagros, son efectos predecibles de ciertas medidas que la iglesia pone en práctica en la cosecha de almas.

No tenía tiempo para una religión pasiva,  de espera ociosa como un calvinista cansado, a que Dios enviase un fuerte viento del Espíritu. Esto lo enfrento enérgicamente con los moravos.

Insistió en que el pueblo de Dios debiera sentarse y conversar sobre la obra de Dios, y entonces, inspirados y guiados por el Espíritu Santo, poner por práctica aquellas costumbres y tradiciones que mejor sirviera al Espíritu Santo. El era un asiduo organizador, predicador, maestro, crítico, escritor de cartas, controversista, motivador, y teólogo.

Además, cuando el barco es sacado del puerto no puede moverse sin los vientos impulsado por velas manejadas con destreza. Igualmente en la obra de la evangelización. La Iglesia ha de ser aparejada con diverso equipo, especialmente con el evangelio de Jesucristo.

Uno no puede ser finalmente pesimista sobre el futuro de la evangelización. Basta con saber que es una obra que depende crucialmente de la obra del Espíritu Santo. La fe, por medio de los ojos de la revelación divina, ve que la obra de evangelización es finalmente la obra de Dios.

Dios bien puede usar toda clase de instituciones en este proceso, incluso si la cosas están tan sombrías como algunos piensan, siempre hay posibilidad de renovación.

Merece ser señalado que la Iglesia Metodista tiene recursos sorprendentes que, si son genuinamente puestos a disposición del Espíritu Santo, podrían mostrar tener un fruto extraordinario en la evangelización.

La Iglesia Metodista está en un lugar excepcional para ser una fuerza vital en la evangelización de años venideros. Tiene un sorprendente número de iglesias esparcidas virtualmente por cada distrito del país.

La Iglesia Metodista tiene un deseo real de crecer en la gracia, y una gran sed por conocer al Dios viviente. Tiene una magnífica herencia teológica que una vez inspiró y sostuvo una era espléndida de evangelización responsable, rescatada de nuevo en la obra realizada en las comisiones sobre doctrinas y en las labores eruditas de los escritos de Wesley.

Los metodistas han insistido en que el evangelio sea dirigido a la persona en su totalidad: mente, emociones y voluntad. Han rehusado establecer que el crecimiento de la iglesia sea la esencia de la evangelización. Han procurado hacer discípulos completos  de Jesucristo que se esfuerzan en proseguir adelante, hacia la total perfección. Los especialistas en el crecimiento de la iglesia tienen mucho que decir a los metodistas modernos, pero a cambio Wesley puede actuar como un correctivo sano para la tradición del crecimiento de la iglesia.

Sé que el arte de la evangelización hay que aprenderlo de nuevo, que las buenas nuevas del evangelio se han relegado en algunos lugares a los bancos traseros de la iglesia, y que hay algunos que se han dejado llevar por importantes temas secundarios.

Mi reivindicación es la que muchos de fuera han hecho: hay en la Iglesia Metodista una fuente tremenda de potencial.

La renovación en la evangelización no será fácil. El día se acaba y nuestro período de aprobación casi se termina. No podemos permitirnos otra generación sin actuar. La evangelización requerirá de nosotros un trabajo arduo en múltiples áreas. Tomarlo con la seriedad que se merece puede significar una revolución para muchos pastores; implicará una renovación intelectual y teológica por toda la iglesia; y significará una lucha espiritual que nos agitará hasta las bases y nos conducirá a mucha oración y ayuno.

¡Aun así Dios nos llama a actuar y a avanzar con compasión, fe, y esperanza!

Por Jorge Maldonado

 

 

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