Dios en el Antiguo Testamento | Parte III

Dios en el Antiguo Testamento | Parte III

Comprender a Dios en el Antiguo Testamento

Basado en el artículo original ¿Será el Dios del Antiguo Testamento un monstruo moral? Parte 2 del Dr. Juan Valdés, publicado en Logos Magazine, Edición 2 Agosto 2019

Dios vs. Hombre

Como la autoridad máxima sobre Su creación, hay cosas que Dios puede hacer que no serían consideradas malas, pero de hacerlas nosotros, sí.

Múltiples pasajes del Antiguo Testamento son mal entendidos porque el intérprete demanda que las acciones de Dios sean limitadas por roles y responsabilidades humanas.

Tal acción es parecida al muchacho que pregunta a su padre, “¿por qué tengo que acostarme yo y tú no tienes que hacerlo?” A veces se quiere sujetar a Dios a las mismas limitaciones, roles, y responsabilidades nuestras.

Observemos es perfectamente aceptable para Dios recibir adoración. Sin embargo, cuando los seres humanos aceptamos adoración es considerado idolatría.

La adoración claramente tal como se señala en muchas porciones de las Escrituras, es reservada solamente para Dios. Aún los ángeles rehúsan ser adorados. Él es el único realmente digno de ser adorado.

Si el hombre escoge adorar algo que no sea Dios, es culpable de usurpar aquello que corresponde exclusivamente a Dios. No sólo es inaceptable, sino que es necio (Romanos 1:22-25).

Otra responsabilidad que le corresponde exclusivamente a Dios es el número de nuestros días. Si tomamos en nuestras manos el ponerle fin a la vida de alguien, esto es considerado malo, como debe serlo.

Sin embargo, como nuestro creador, si Dios escoge ponerle fin a la vida terrenal de alguien, Él tiene el derecho de hacerlo.

El filósofo cristiano William Lane Craig lo explica así: Ciertamente Él no está sujeto a las mismas obligaciones morales y prohibiciones a las que estamos nosotros.

Por ejemplo, yo no tengo derecho alguno de tomar la vida de una persona inocente. De mi parte eso sería homicidio. Pero Dios no está sujeto a tal prohibición. Él puede dar y tomar la vida como quiera.

Frecuentemente admitimos esto cuando acusamos a alguna autoridad de “jugar el papel de Dios”. Las autoridades humanas se apropian de derechos que sólo le corresponden a Dios.

Dios no está bajo ninguna obligación de extender mi vida por un segundo más. Si desea ponerle fin a mi vida en este mismo instante, esa es su prerrogativa. No obstante, es importante aclarar que esto no quiere decir que Dios carece de bondad moral.

Tampoco quiere decir que Dios es caprichoso o que sus acciones son impredecibles. Simplemente quiere decir que hay responsabilidades que Dios tiene que son mucho más elevadas que las que nosotros jamás tendremos en este mundo.

Un Dios de Amor y Justicia

Tampoco podemos ignorar la justicia de Dios. Recibimos el amor de Dios con brazos abiertos. Es precisamente nuestro deseo que Dios sea amoroso todo el tiempo y en todas las circunstancias que nos hace saltar cuando leemos pasajes donde Dios parece ser algo menos amoroso.

Sin embargo, todo el que ha sido víctima de un crimen o ha sufrido una injusticia demanda desesperadamente que el Dios de justicia se haga presente.

Cualquier representación de Dios que lo muestre carente de uno de estos dos atributos está errada. Rechazaríamos un Dios carente de justicia tan rápido como un Dios carente de amor.

Sin embargo, cuando Dios ejerce justicia, a muchos le cuesta aceptarlo.

Dios en el antiguo testamento

Finalmente, para comprender al Dios del Antiguo Testamento debemos comenzar entendiendo que Su rol y Sus responsabilidades son muy distintas a las nuestras.

Hay cosas que Él puede hacer que no son malas cuando Él las hace, pero sí lo serían si fuésemos nosotros los perpetradores.

Esto no quiere decir que Dios es inmoral, sino que Él no está sujeto a las mismas prohibiciones y reglas morales que nosotros. Esto es algo que aceptamos en nuestra vida diaria, por lo que no ha de ser difícil considerarlo con respecto a Dios.

Además, debemos entender que Dios es tan motivado por amor como lo es por justicia. Solamente en Dios encontramos el perfecto balance entre los dos: es amor con justicia y justicia con amor.

No consideraríamos a un Dios carente de uno de estos atributos como digno de adoración.

La mayor muestra de Dios en su justicia y amor incondicional al hombre es la promesa de salvación y redención, para el hombre a quien Dios ama y por el cual envió Jesús el Unigénito para ser el único mediador ante el Padre por cada uno de nosotros.

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